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Contaminación acústica ¿Un enemigo peligroso?

Contaminación acústica ¿Un enemigo peligroso?

En medio del crecimiento urbano, la industrialización y la vida acelerada de las grandes ciudades, la contaminación sonora se ha convertido en un problema ambiental tan común como ignorado. A diferencia de otras formas de contaminación, como la del aire o el agua, la contaminación acústica no deja rastros visibles,

pero sus efectos sobre la salud humana y el medio ambiente pueden ser igualmente graves o incluso peores a largo plazo. Este tipo de contaminación es grave si se considera que actualmente la población urbana ya es la mayoría en todo el mundo, llegando a un 55% y se estima que para 2050 llegará a un 68% y en México, de acuerdo con el censo del INEGI del 2020, es de 79%.

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La contaminación sonora, también conocida como contaminación acústica, se refiere a la presencia de ruidos excesivos, molestos o dañinos en el ambiente. Estos sonidos alteran la tranquilidad natural de un entorno y sobrepasan los niveles considerados seguros para la salud y el bienestar. No todo ruido es considerado contaminación; el problema se presenta cuando la exposición es continua o los niveles son tan elevados que interfieren con nuestras actividades cotidianas, afectan nuestra salud física y mental, y perturban a otros seres vivos. Entre las fuentes más comunes de ruido se encuentran el tráfico vehicular, los aeropuertos, las obras de construcción, las industrias, los centros de entretenimiento, los altavoces en la vía pública y hasta los electrodomésticos.

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La intensidad del sonido se mide en decibelios, una unidad que utiliza una escala logarítmica, lo cual significa que un pequeño incremento representa un gran aumento en el nivel de ruido. Por ejemplo, un sonido de 70 decibelios es diez veces más intenso que uno de 60. Para llevar a cabo estas mediciones, se utilizan instrumentos llamados sonómetros. Además, las autoridades y organismos especializados emplean mapas de ruido para identificar las zonas con mayor exposición y así diseñar estrategias para mitigar los impactos.

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Los efectos de la contaminación sonora sobre la salud humana son diversos y preocupantes. A nivel físico, la exposición prolongada a altos niveles de ruido puede causar pérdida auditiva, especialmente en ambientes laborales donde no se usan las protecciones adecuadas. También puede provocar trastornos del sueño, ya que los ruidos nocturnos interrumpen el descanso, lo que deriva en fatiga crónica, bajo rendimiento y debilitamiento del sistema inmunológico. Además, existen fuertes vínculos entre el ruido y enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión y los infartos, debido al estrés que genera el ambiente ruidoso. En el ámbito psicológico, el ruido constante puede generar ansiedad, irritabilidad, alteraciones del estado de ánimo y dificultades para concentrarse o aprender, afectando especialmente a los niños en edad escolar.

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La fauna también sufre graves consecuencias debido a la contaminación acústica. Muchas especies animales, en especial aves, mamíferos y animales marinos, dependen del sonido para comunicarse, encontrar pareja, orientarse o detectar peligros. Cuando el entorno está saturado de ruido artificial, sus patrones de comportamiento cambian radicalmente. Algunas especies abandonan sus hábitats, otras disminuyen sus tasas de reproducción o alimentación, y en el caso de los animales marinos, como delfines y ballenas, los sonidos de los motores y los sonares pueden provocar desorientación y varamientos masivos. El ruido, aunque invisible, altera profundamente los ecosistemas.

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En diversos países, la contaminación sonora está regulada por leyes que establecen límites máximos de emisión de ruido, dependiendo del tipo de zona y el horario. Se restringen, por ejemplo, las actividades ruidosas durante la noche y se exige el uso de tecnologías menos ruidosas en sectores industriales y de transporte. Alemania, Japón, Suiza y los países de la Unión Europea son ejemplos destacados de regiones con normativas estrictas y estrategias urbanas que buscan reducir la exposición al ruido. La Unión Europea, en particular, obliga a sus Estados miembros a elaborar mapas de ruido y planes de acción cada cinco años para proteger a la población.

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En México, la contaminación sonora se regula principalmente a través de la Norma Oficial Mexicana NOM-081-SEMARNAT-1994, que establece los límites máximos permisibles de ruido para fuentes fijas, como fábricas o negocios. Esta norma considera diferencias entre el horario diurno y nocturno, y determina niveles más estrictos en zonas habitacionales, escolares u hospitalarias. También existen reglamentos municipales que regulan el ruido proveniente de vehículos, obras y establecimientos comerciales. Sin embargo, en la práctica, la aplicación de estas normas suele ser limitada y muchas denuncias por ruido no reciben el seguimiento adecuado, lo que refleja la necesidad de fortalecer los mecanismos de supervisión y concientización tanto en autoridades como en la ciudadanía.

Disminuir la contaminación sonora es una responsabilidad compartida. A nivel individual, podemos comenzar por reducir el volumen de la música y los aparatos electrónicos, evitar el uso innecesario del claxon, mantener en buen estado nuestros vehículos y elegir medios de transporte más silenciosos, como la bicicleta o el transporte eléctrico. En nuestras comunidades, es clave fomentar una cultura de respeto acústico, plantar árboles que actúan como barreras naturales contra el ruido y promover el aislamiento sonoro en viviendas y espacios públicos. Las autoridades, por su parte, deben establecer políticas públicas eficaces, invertir en infraestructura urbana que reduzca el ruido, sancionar a quienes incumplan las regulaciones y realizar campañas educativas que informen sobre los riesgos del ruido y cómo prevenirlos. Estas medidas no solo ayudarían en la salud física sino también en la salud mental y la habitabilidad de nuestros entornos urbanos, cada vez más ruidosos y agresivos con nuestros sentidos.

Por Amado Ríos Valdez
Director General de Evaluación de Impacto y Regulación Ambiental
Secretaría de Medio Ambiente de la CDMX

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