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México en la geopolítica de la energía limpia

México en la geopolítica de la energía limpia

La transición energética ya no es un tema ambiental: es el centro de la competencia económica y geopolítica global. Estados Unidos lanzó en 2022 la Inflation Reduction Act, con más de 370 mil millones de dólares en incentivos verdes para atraer inversiones en energías renovables, baterías y autos eléctricos. Europa respondió con su Green Deal Industrial Plan, y China mantiene el liderazgo en manufactura de paneles solares, turbinas eólicas y baterías de litio. El mapa de poder económico se está redibujando alrededor de la energía limpia.

En este nuevo tablero, México debería ser protagonista. Tenemos una posición privilegiada: más de 300 días de sol al año en regiones clave, vientos competitivos en Oaxaca y la Península de Yucatán, y reservas de litio en Sonora. Pero mientras el mundo acelera, nuestro país corre el riesgo de quedarse en la orilla, atrapado en debates políticos que frenan la inversión y generan incertidumbre.

El potencial es enorme. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), México podría generar 43% de su electricidad con renovables hacia 2030 si aprovecha sus ventajas naturales. Solo en energía solar, la capacidad instalada podría crecer 10 veces en la próxima década. Y en eólica, podríamos duplicar la generación con proyectos estratégicos en el Istmo de Tehuantepec y la costa norte.

Sin embargo, la realidad va en dirección contraria. Entre 2018 y 2023, la inversión en proyectos de energías limpias en México cayó más de 70%, según BloombergNEF. El freno regulatorio, la incertidumbre en torno a contratos y la priorización de combustibles fósiles han enviado una señal negativa a los inversionistas internacionales. Esto no solo afecta la transición energética, sino también el atractivo del país para el nearshoring: ninguna empresa global quiere instalar plantas en un país que no garantiza energía limpia y abundante.

Los ejemplos internacionales son contundentes. Irlanda atrajo a gigantes tecnológicos como Google o Meta no solo por sus impuestos competitivos, sino porque garantizó electricidad 100% renovable para sus centros de datos. Vietnam, que hace una década apenas figuraba, se ha convertido en líder regional porque apostó a parques solares y eólicos para atraer manufactura avanzada. Mientras tanto, México sigue discutiendo sobre permisos y contratos, perdiendo tiempo valioso.

El costo de no invertir hoy es mucho mayor que el de hacerlo. Cada año que se pospone la transición energética se traduce en oportunidades perdidas de inversión extranjera, empleos bien pagados y liderazgo regional. No se trata de un lujo ambiental, sino de una estrategia de desarrollo económico.

México tiene dos caminos: apostar por la energía limpia como palanca de competitividad o resignarse a ser un país barato en mano de obra, pero caro en incertidumbre. En un mundo donde la energía define la geopolítica, nuestro futuro económico dependerá de si decidimos jugar como protagonistas o limitarnos a ser espectadores.

La pregunta no es si debemos hacer la transición energética, sino si tendremos la visión política para entender que sin ella no hay nearshoring, no hay competitividad y no hay futuro. El reloj ya corre, y el costo de la inacción será mucho más alto que el de la inversión.

Fuente: El Universal
Autor: Luis Durán

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