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Hacia un futuro sostenible, inclusivo y en crecimiento: El papel de las empresas

Hacia un futuro sostenible, inclusivo y en crecimiento: El papel de las empresas

Para hacer que el mundo sea tan sostenible e inclusivo como esperamos, será necesario un cierto tipo de crecimiento económico, y las empresas desempeñarán un papel vital en generarlo.

¿Cómo debe afrontar el mundo sus desafíos ambientales y sociales más apremiantes? Una respuesta radica en el crecimiento sostenible e inclusivo, es decir, el crecimiento económico que proporcione los recursos financieros necesarios para contener el cambio climático, promover el capital natural y la biodiversidad, empoderar a los hogares y fomentar la igualdad de oportunidades. Cualquier esfuerzo por impulsar ese crecimiento necesitará de muchas partes interesadas (stakeholders), pero las empresas, que generan más del 70 por ciento del PIB mundial, serán un actor clave.

Los desafíos para la sostenibilidad y la inclusión son grandes y urgentes. Con respecto a la sostenibilidad, la eficiencia energética está reduciendo las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero en algunos países, pero las emisiones mundiales continúan aumentando, lo que acelera el cambio climático y los riesgos físicos que conlleva. Por lo tanto, el mundo está en camino de agotar su "presupuesto de carbono" para 2030, es decir, la cantidad de gases de efecto invernadero que puede emitir sin desencadenar niveles peligrosos de calentamiento. En cuanto a la inclusión, aunque en algunos aspectos el mundo se ha vuelto más inclusivo en las últimas décadas, miles de millones de personas siguen viviendo en países que podrían mejorar mucho en medidas como la esperanza de vida, la mortalidad infantil y la paridad de género en la participación de la fuerza laboral. La década actual determinará si optamos por un crecimiento sostenible e inclusivo o por un calentamiento peligroso y grandes segmentos de la sociedad que se quedan atrás.

En esta investigación, que se presentó en la cumbre B20 de 2022 en Indonesia, utilizamos dos medidas para cuantificar lo que el mundo necesita en esta década para volverse tan inclusivo y sostenible como esperamos (Gráfica 1). La brecha de empoderamiento es la capacidad de gasto que requerirían todos los hogares de un país determinado para satisfacer las necesidades básicas, disponer de ingresos discrecionales y poder hacer frente a las emergencias, es decir, para unirse a la clase media. La brecha de sostenibilidad es la cantidad de inversión anual adicional en tecnologías de bajas emisiones que necesitaría un país para llevar al mundo a una senda de emisiones netas cero para 2050. El tamaño de las brechas varía de un país a otro, pero son enormes en todas partes (Gráfica 2).

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Grafica 2


 

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Para cubrir esas brechas, el mundo debe experimentar un crecimiento económico sólido y sostenido. El crecimiento es necesario porque crea ingresos para las personas, que deben gastarlos, ahorrarlos o invertirlos. Una parte de los ingresos que se consumen elevará a los hogares a niveles de gasto empoderados, y otra parte que se ahorre o invierta ayudará a construir la infraestructura necesaria para la transición a cero neto.

Pero el crecimiento por sí solo no será suficiente. Por ejemplo, supongamos que en Estados Unidos la economía crece durante el resto de esta década a una tasa de referencia del 2.1 por ciento anual, y que el patrón actual de asignación de recursos no cambia. (Hacemos esta suposición conservadora para poder ilustrar los cambios necesarios a partir de hoy, aunque las reasignaciones ya están en marcha en el frente de la sostenibilidad.) En ese caso, solo el 36 por ciento de la brecha de empoderamiento del país y el 7 por ciento de su brecha de sostenibilidad se habrán cubierto para 2030. Las cifras varían entre los países y las regiones que estudiamos, pero el crecimiento de referencia cubriría más de la mitad de la brecha de empoderamiento en solo dos –India y China– y más de la mitad de la brecha de sostenibilidad en ninguno.

Se necesitan dos ingredientes restantes para cubrir las brechas por completo (Gráfica 3). Uno es la intervención del gobierno, que puede orientar los incentivos y los recursos públicos hacia la sostenibilidad y la inclusión. El otro es la innovación impulsada por las empresas. Dicha innovación puede acelerar el crecimiento más allá de nuestra línea de base, lo que lleva a gastar, ahorrar e invertir aún más. Puede hacer que la inclusión y la sostenibilidad sean más “asequibles”, al reducir el costo de los productos y servicios que promueven esos objetivos. En cuanto a la sostenibilidad, por ejemplo, a medida que disminuyan los costos unitarios de las alternativas de bajas emisiones (como los vehículos eléctricos, las energías renovables y las bombas de calor), atraerán más capital privado, lo que reducirá la necesidad total de inversión. Y cuando la innovación abarata la tecnología de bajas emisiones, puede ayudar a cerrar aún más la brecha de sostenibilidad al cambiar las preferencias de los consumidores hacia esa tecnología. Dichos avances también pueden afectar a la inclusión si reducen cualquier aumento a mediano plazo de los costos asociados a los grandes desembolsos necesarios para la transición. Cuando se acompaña de estrategias y políticas públicas que permitan la educación, la capacitación, el cuidado de los niños, la atención médica y la contratación inclusiva, la innovación impulsada por las empresas también puede ayudar a cerrar la brecha de empoderamiento al aumentar los ingresos de los trabajadores.

Grafica 3


 

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La innovación impulsada por las empresas es una de las principales razones por las que éstas serán cruciales en cualquier iniciativa exitosa para el crecimiento sostenible e inclusivo. Otra razón es que las empresas a veces están vinculadas a desafíos existentes; por ejemplo, la parte de sus ingresos que se destina a sus trabajadores ha disminuido en las últimas dos décadas. El problema es que resulta difícil para una empresa individual resistirse a los incentivos del mercado. Tomemos el caso de una empresa que emite grandes cantidades de CO2. Si reducir esas emisiones la pondría en desventaja frente a sus competidores, tiene pocas razones financieras para proceder.

En este documento de debate, ofrecemos un marco para ayudar a las empresas a comenzar a determinar qué retos pueden abordar al tiempo que obtienen los rendimientos financieros que atraen al capital. Son posibles dos enfoques principales: actuar a través de las oportunidades de mercado existentes y ayudar a dar forma a otras nuevas. Dentro de cada enfoque hay dos subcategorías, de modo que las empresas pueden elegir entre cuatro caminos distintos que requieren progresivamente más colaboración: actuar de forma independiente, colaborar entre sí para dar forma a los estándares de la industria, asociarse con los gobiernos para ejecutar proyectos o programas específicos, y trabajar con los gobiernos para elaborar los mercados del futuro.

Las empresas que están tratando de clasificar proyectos potenciales en ese marco podrían plantear tres preguntas sobre cada uno:

  • ¿Qué tan grandes son los beneficios sociales y cuánto tiempo se tardará en obtenerlos? Los proyectos que producen rendimientos sociales extremadamente altos durante largos períodos pueden ser buenos candidatos para colaboraciones y asociaciones, en lugar de acciones individuales.
  • ¿Qué grado de orquestación se necesita? Si hace falta hacer un gran esfuerzo –porque se necesitan capacidades complementarias entre las empresas, el gobierno y el sector social, y porque los beneficiarios están dispersos– ,es otra señal de que un proyecto está maduro para la colaboración.
  • ¿Dónde puede el capital público y filantrópico catalizar mayores flujos de financiación privada? No hay escasez de este tipo de financiación, por lo que la respuesta bien podría determinar hacia dónde fluyen billones de dólares.

La necesidad de un mundo más sostenible, inclusivo y en crecimiento es apremiante. También lo es la necesidad de priorizar las tareas que harían posible ese mundo. Esperamos que esta investigación y este marco ayuden a las empresas a realizar el importante trabajo de establecer prioridades y convocar las asociaciones adecuadas para que puedan pasar rápidamente de la aspiración a la acción.

Nota: Hacemos nuestro mejor esfuerzo por preservar el espíritu original y los matices de nuestros artículos. Sin embargo, nos disculpamos de antemano por cualquier falla de traducción que pueda notar. Agradecemos sus comentarios en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Sobre los autores

Sven Smit, socio sénior de McKinsey y presidente de MGI, tiene su sede en Ámsterdam. Anu Madgavkar es socia de MGI en Nueva Jersey. Kevin Russell es miembro sénior de MGI en Charlotte. Jonathan Woetzel es socio sénior de McKinsey y director de MGI en Shanghái. Tracy Francis es socia sénior de McKinsey en São Paulo. Kweilin Ellingrud es socia sénior de McKinsey y directora de MGI en Shanghái. Vivek Lath es socio de McKinsey en Singapur. Phillia Wibowo es socia de McKinsey en Yakarta. Rebecca J. Anderson, miembro de MGI en Nueva Jersey, dirigió el equipo de investigación.

Los autores desean agradecer a Anushka Baloian, Cameron Davis, Esther Saerang y Aditya Tata por sus contribuciones a este artículo.


Este artículo fue editado por Benjamin Plotinsky, editor sénior de MGI en Washington, DC.

Fuente: McKinsey

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